Nuestra semana cultural no para a pesar de las circunstancias.
Desde casa seguimos leyendo e investigando sobre el Mago de Oz. Aquí os dejamos algunos de los trabajos que nos siguen llegando y los resúmenes de los capítulos:
Dorothy
era una niña huérfana que vivía en una granja en media de una
inmensa pradera en Kansas. La niña vivía con sus tíos y su perrito
Totó. La casa era muy pequeña, sólo tenía una habitación y un
sótano donde se refugiaban cuando se producía un tornado.
Un
día Dorothy escuchó un extraño silbido, miró por la ventana y vio
cómo se inclinaban las altas hierbas de la pradera. De repente,
observó a sus tíos corriendo hacia la casa. Cuando llegaron a la
puerta abrieron la trampilla del sótano y entraron en el refugio,
pero justo cuando Dorothy iba a meterse, Totó saltó de sus brazos y
fue a esconderse debajo de la cama. La trampilla se cerró y la casa
comenzó a girar y ascendió como si fuera un globo.
Al
principio Dorothy estaba muy asustada pensando en el momento que la
casa caería de nuevo en la granja, pero con el paso de las horas, se
fue calmando hasta que se quedó dormida.
CAPÍTULO
2: EL
PAÍS DE LOS MUNCHKINS
Una
sacudida fuerte despertó a Dorothy, se sentó de un salto en la cama
y notó que la casa ya no se movía. Cuando la niña abrió la
puerta, descubrió un paisaje precioso: El césped era de color
esmeralda y estaba salpicado de flores multicolores. Aves de
brillante plumaje revoloteaban alrededor de árboles gigantescos
cargados de frutos.
Un
hada se acercó a Dorothy, le acompañaba un grupo de personas muy
pequeñas. El hada le explicó que era la Bruja Buena del Norte y que
la casa había aterrizado en el país de los Munchkins. La niña se
sorprendió cuando el hada le dio las gracias por haber aplastado a
la Bruja Malvada del Este. Los Munchkins llevaban gorros con forma de
conos adornados con campanitas. La ropa y las botas de los hombres
eran de color azul y los vestidos de las mujeres eran blancos con
estrellitas brillantes.
Dorothy
le preguntó a la Bruja Buena del Norte cómo podía regresar a
Kansas. La bruja le
aconsejó ir a la Ciudad Esmeralda para pedir
ayuda al Mago de Oz. Para ello, debía de
ponerse los zapatos rojos
de la Bruja Malvada del Este y seguir el camino de baldosas
amarillas.
CAPÍTULO 3: DOROTHY SALVA A UN ESPANTAPÁJAROS
Dorothy
se calzó los zapatos rojos de la Bruja Malvada del Este y comenzó
su viaje hacia la
Ciudad Esmeralda. Por el camino, encontró granjas
y casas de los Munchkins. Eran muy
extrañas. Todas tenían forma
circular y una gran cúpula por techo. Estaban pintadas de azul.
Dorothy
había recorrido varios kilómetros cuando de repente vio un maizal y
decidió trepar
a la valla para sentarse a descansar. En medio del
maizal, un espantapájaros parecía mirar
a la niña. La cabeza era
un saco pequeño relleno de paja con ojos, nariz y boca pintados.
Le
habían puesto ropa de Munchkin: un viejo sombrero con forma de cono
sobre su cabeza,
un traje azul claro, viejo y descolorido y un par de
viejas botas con adornos celestes.
De
pronto, uno de los ojos del espantapájaros le hizo un guiño, movió
ligeramente la cabeza
y comenzó a hablar. Le pidió a la niña que
lo ayudara a bajar del poste de madera. Una vez
en el suelo, le
preguntó a Dorothy quién era y a dónde se dirigía. El
espantapájaros se
animó y le contó que su cabeza estaba llena de
paja y no tenía cerebro. Seguro que el Mago
de Oz podría ayudarle a
él también. Totó no paraba de ladrarle y daba vueltas alrededor
del espantapájaros. Pero a él no parecía molestarle. Le confesó a
la niña que la única cosa que
le daba miedo era el fuego. Los dos
nuevos amigos decidieron recorrer juntos el camino de baldosas
amarillas.
CAPÍTULO 4. EL HOMBRE DE HOJALATA
Los
dos nuevos amigos se adentraron en un bosque oscuro y espeso. Al cabo
de un rato, oyeron unos gemidos preocupados, se dirigieron hacia
donde se oían los lamentos. Un árbol medio cortado a hachazos
parecía estar a punto de caer. De pie al lado del árbol, un hombre
hecho de hojalata con un hacha en su mano lloraba inmóvil. Dorothy
le ofreció su ayuda sin pensárselo dos veces. El Hombre de Hojalata
necesitaba una aceitera para sus articulaciones oxidadas así que la
niña corrió a la casita del leñador a por la aceitera.
Una
vez repuesto, el Hombre de Hojalata les contó su triste historia de
amor. El leñador estaba enamorado de una munchkin preciosa que
ayudaba a la Bruja Malvada del Este limpiando su casa. La Bruja no le
permitiría casarse con el leñador porque se quedaría sin esa
valiosa ayuda. La Bruja había hechizado su hacha para dañar las
diferentes partes de su cuerpo. Menos mal que su amigo el hojalatero
había ido reponiendo cada una de las partes primorosamente. El pobre
enamorado se había quedado sin corazón.
Sus
nuevos amigos le invitaron a compartir el camino hacia la Ciudad
Esmeralda. Todos ellos necesitaban la ayuda del Gran Mago de OZ. Sólo
tenían que seguir el camino de baldosas amarillas.
CAPÍTULO 5. EL LEÓN COBARDE
Mientras
caminaban por el bosque, escucharon sonidos de animales salvajes.
Dorothy y Toto estaban muy asustados. De pronto, de los árboles
salió un león enorme. La fiera empujó al Espantapájaros y dio un
zarpazo al Hombre de Hojalata. El león quiso matar a Toto, pero
Dorothy le dio un golpe en la nariz. La niña le había reñido y
llamado cobarde por meterse con seres más pequeños. El león estaba
muy arrepentido. Entonces, el rey de la selva explicó a los tres
amigos que él era un león cobarde, pero que disimulaba rugiendo a
todo aquel que encontraba.
Dorothy
y sus amigos le explicaron que iban a la Ciudad Esmeralda, ya que
todos ellos necesitaban ayuda del gran Mago de Oz. El león decidió
acompañarlos. Él también quería pedirle un deseo al Mago: ¡Quería
ser un león valiente! Así que los cuatro amigos acompañados de
Toto reiniciaron el camino de baldosas amarillas.
Capítulo 7: EL RÍO
Cuando abandonaron el bosque, llegaron a un
río demasiado ancho y profundo para atravesarlo nadando. En la otra
orilla, se encontraba el camino de baldosas amarillas, así que el
Espantapájaros propuso fabricar un barco para cruzar el río. El leñador
construyó una balsa con los troncos de los árboles, y cortó dos varas
largas para poder impulsarla.
De repente, cuando llegaron al
centro del río, la corriente empezó a alejar la balsa cada vez más del
camino amarillo. El Espantapájaros intentó controlarla, y empujó con
tanta fuerza la vara, que se le quedó hundida en el barro del fondo. La
balsa fue arrastrada por la corriente, y el Espantapájaros se quedó
colgado de su vara en medio del río.
El león pidió a sus amigos
que agarrasen su cola, y se lanzó al río, arrastrando la balsa hacia la
orilla. Decidieron regresar para buscar el camino amarillo, y
descubrieron que el Espantapájaros estaba aún colgado de su vara.
Entonces, una cigüeña se posó junto a ellos y se ofreció a ayudarles. La
cigüeña que era muy bondadosa, levantó el vuelo y rescató al hombre de
paja. Los cuatro amigos, felices por estar otra vez reunidos,
continuaron su aventura por el camino de baldosas amarillas.
Capítulo 8: El campo de amapolas
Los cuatro amigos, muy
contentos, caminaban por el sendero de baldosas amarillas. Escuchaban el
canto alegre de los pájaros y contemplaban las flores multicolores que
crecían formando una alfombra preciosa. Las amapolas rojas eran cada vez
más abundantes y más escasas las otras flores.
Pronto se
encontraron en una pradera completamente cubierta de amapolas. Todo el
mundo sabe que cuando hay gran cantidad de este tipo de flores, el aroma
es tan fuerte que cualquiera que lo aspire se quedará dormido, y si
esta persona no es trasladada lejos de este perfume, puede que siga
durmiendo para siempre.
Dorothy y su perrito se quedaron dormidos
enseguida. Como el Espantapájaros y el Hombre de Hojalata no eran de
carne y hueso, no corrían peligro de quedarse dormidos. El
Espantapájaros animó al león para que corriese e intentase salir del
campo de amapolas. Ellos cogieron a la niña y a Toto, y caminaron por el
sendero. Pronto vieron al león dormido casi al final de la pradera
roja. Estaban muy tristes, porque sabían que no tendrían fuerzas para
ayudar al león. Tendieron a Dorothy en la hierba y esperaron a que se
despertara con la fresca brisa.